Nuestras yurtas, un símbolo de resiliencia

Lectura estimada: 7-9 minutos

Cuando en 2017 Salvador dejó el festival en Portugal donde trabajaba de manager se trajo consigo la yurta que actualmente es nuestra sala de prácticas aquí en nuestra finca. Fue por el año 2013 que gracias a una web que ofrecía una calculadora de yurtas que se decidió a construirse esa primera yurta. Un viejo sueño se iba a materializar. Para aquella yurta se fueron juntando sincrónicamente todos los materiales necesarios: las maderas de la estructura de un aserradero que proveía de maderas al festival, la puerta de maderas recicladas, la estructura del suelo eran los viejos rombos del zome que construyó para el escenario del Sacred Fire en el 2010, el suelo piezas recicladas de paneles, el fieltro de lana del aislamiento apareció de una fábrica que tenía cercana, la lona interior de una de las fantásticas tiendas de “tecidos” (telas) de la rua Aurea de la Baixa de Lisboa, y finalmente para la lona exterior, conoció a la amiga de una amiga que hacía yurtas en la Serra de Estrela y le aconsejó usar una fantástica lona inglesa que ella misma le cosió a medida.

En 2019 con ese bagaje decidimos construir 3 yurtas más para nuestro proyecto, de las cuales tenemos 2 que son las habitaciones de los asistentes a los retiros. De nuevo la obtención de los materiales fue una aventura muy especial. La madera para la carpintería estructural de nuestro amigo David de Zaragoza, el resto de maderas para las puertas y ventanas era todo material reciclado que se iba manifestando conforme necesitábamos, el fieltro vino de Francia, la lona interior, esta vez, de una textil de Yecla y la lona exterior, como no, de nuevo fue aquella maravilla verde oliva de Inglaterra, pero cosidas en Portugal. Al igual que la primera, estas en lugar de decorarlas con los colores típicos de sus lugares originales, mantuvimos el color madera. Estas tiendas serían más pequeñas que la primera, pero el reto que nos propusimos no: 3 yurtas de golpe!!

Más allá de nuestras aventuras en la construcción de yurtas, en este post te queremos contar un poco sobre el origen, los usos y la simbología de esta maravillosa construcción efímera pero poderosa.

Las yurtas son unas tiendas circulares de gran tamaño hechas de fieltro de lana y lona montadas sobre un armazón de madera, y desde tiempos inmemorables han sido empleadas por los pueblos trashumantes y pastores en las estepas desde el este de Turquía hasta Mongolia.

Aunque la fama de estas tiendas viene de los mongoles, allí se las denomina ‘gers’ que significa ‘hogar’, mientras ‘yurta’ es una palabra occidentalizada por los rusos y es de origen turco, que significa ‘pueblo como país’, y así es tal y como generalmente se conoce a esta estructura en todo el mundo.

Las yurtas están diseñadas para ser fácilmente desmontadas y sus partes transportadas de forma compacta en camellos o yaks para ser montadas de nuevo en otro sitio, facilitando la movilidad de las familias que se trasladan en busca de nuevos pastos verdes para su ganado. Estas construcciones no solo representan un ingenioso diseño arquitectónico adaptado a un estilo de vida nómada, sino que también encierran una rica simbología cultural y espiritual de sus pueblos originarios, unos pueblos muy conectados con la fuerza y misterios de la naturaleza.

Además de su uso como viviendas familiares, las yurtas han sido empleadas para diversos fines comunitarios y ceremoniales. Se utilizan como lugares de reunión, espacios de enseñanza y centros de celebración durante festividades y rituales. A nosotros a parte del amor de Salvador por estas estructuras, nos parecieron, en el momento que nos planteamos construirlas, unas estructuras muy prácticas y sencillas, pero robustas, para poder ampliar el espacio que nos ofrecía la casita en la finca donde estamos, y poder ofrecer una sala de prácticas y unos nuevos dormitorios con confort, integrados en la naturaleza y con una energía muy potente y especial.

La estructura de una yurta está compuesta por varios componentes esenciales que se ensamblan para crear esta construcción robusta y funcional. Las paredes de la yurta son un entramado de maderas o, lo que llamaríamos, celosía que son dispuestas de forma circular y son llamadas khana, estas a la vez se unen a la puerta, que tradicionalmente era de una pieza, sin ventanas. En la parte superior, está una especie de rueda de madera, una claraboya, conocida como toono, que actúa como el punto central y de apoyo para los postes o vigas de madera, llamados uni, que se extienden desde el toono hasta la parte superior de la khana. La magia de esta construcción reside en la tensegridad, la fuerza que hace una sola cuerda que está entrelazada en la parte superior de la khana que unida a los dos costados la puerta crea un anillo que tensa las paredes, las vigas y la rueda del centro para que no se abra y se desplome, haciendo de esta tienda un bloque robusto que aguanta tranquilamente las brutales ráfagas de vientos que tenemos aquí en invierno.

La cubierta de la yurta está hecha básicamente de 3 capas que recubren tanto el techo como las paredes, de dentro a fuera hay una primera lona de color crudo o blanco que está en contacto con el esqueleto de madera, seguidamente, como capa del medio, un fieltro más o menos grueso, elaborado a partir de lana de oveja, que proporciona aislamiento térmico, tanto para el frío como para el calor, y en la parte exterior una lona resistente a la lluvia, pero que permita transpirar para no crear humedades por condensación. Al final la yurta es como un organismo vivo, respira!!

El diseño interior de la yurta es igualmente importante. Tradicionalmente, el espacio se organiza de manera simbólica y funcional. El lado norte de la yurta, conocido como el lado khan, se reserva para los objetos sagrados y las pertenencias de mayor valor. La orientación de la yurta, con la puerta de entrada es siempre hacia el sur, aprovecha al máximo la luz solar y la protección contra los vientos fríos del norte. El centro de la yurta, debajo del toono, es considerado un espacio sagrado donde se realizan las ofrendas y los rituales.

El toono tiene un significado especial, ya que se considera el ojo del cielo. Este punto central es visto como un portal que conecta el mundo terrestre con el mundo celestial, permitiendo la entrada de la luz solar y la salida del humo del hogar. El toono es también un símbolo de protección y prosperidad para la familia que habita la yurta.

Para nosotros estas tiendas son un tipo de construcción que supone todo un trabajo de resiliencia para las dificultades que tiene el lugar donde está ubicada la finca, a la vez que nos brindan la posibilidad, dadas sus características, de poder ofrecer a los asistentes de nuestros Retiros de Presencia y demás actividades, una experiencia muy especial y única, con una enorme conexión con la naturaleza, una fuerte integración y bajo impacto en el medio, ya que las yurtas están literalmente construidas bajo los árboles y están construidas sobre plataformas con apenas cimentación ni modificación del terreno donde están. También cabe destacar que por su geometría circular la yurta es un espacio donde no se estanca la energía, no hay rincones para ello, y por su simbología son espacios sagrados donde podemos realizar actividades que necesitan esa profundidad y ese efecto.

En resumen, nuestras 3 yurtas, la sala de prácticas y las dos habitaciones, son ya ‘marca de la casa’, son parte de la experiencia que vives cuando vienes a nuestra finca, y una fuente de curiosidad y admiración, y por eso le dedicamos este post.

Gracias por leernos.

Nota: Aquí todavía podéis encontrar la calculadora de yurtas:
https://simplydifferently.org/Yurt

     SomAmor – Alba Naudí y Salvador Gené

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