El poder de la gratitud y los tres niveles de agradecimiento

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La meditación y la gratitud son fundamentales para mejorar nuestra “tendencia a la felicidad“, ya que purifican el cuerpo, la energía vital, las emociones y la mente, haciéndonos tomar conciencia de lo bello que hay en nuestra vida. La simple y plena conciencia de existir, junto con la gratitud, nos permite experimentar una ‘alegría existencial’, una alegría que no depende de lo que hacemos o poseemos, sino de la conciencia de lo que somos y del milagro constante que es la vida. Entrenar esta tendencia hacia la alegría es terapéutico tanto para el cuerpo como para el espíritu.

Con frecuencia, nos enfocamos en lo que no tenemos, en lo que hemos perdido o en lo que deseamos alcanzar, sin detenernos a observar, cuidar, valorar y agradecer lo que ya poseemos. Centrar nuestra atención en lo que somos, en las cosas sencillas de la vida y expresar gratitud por ello nos ayuda a experimentar la felicidad desde dentro.

Se puede agradecer cualquier cosa; se trata de adquirir el hábito de hacerlo e incorporar la gratitud a nuestra vida diaria. Sentir gratitud por todo, independientemente de lo que suceda o de lo que percibamos, puede transformar nuestra visión del mundo y amplificar nuestra felicidad.

 

LOS TRES NIVELES DE AGRADECIMIENTO

El lenguaje refleja la limitación del conocimiento humano, ya que no siempre somos capaces de expresar lo que las cosas son en su totalidad. En muchos casos, una palabra acentúa solo uno de los múltiples aspectos de la realidad que designa, y con el tiempo, esa realidad puede evolucionar o cambiar sustancialmente, mientras que la palabra permanece igual. Esto no nos sorprende y, en el uso cotidiano, las palabras van perdiendo transparencia.

Tomás de Aquino enseñaba que la gratitud es una realidad humana compleja, compuesta por tres niveles o dimensiones.

  • El primer nivel consiste en reconocer (ut recognoscat) el beneficio recibido; obtener gracia o caer en la gracia de alguien, que nos otorga un beneficio.
  • El segundo implica alabar y dar las gracias (ut gratias agat); la gracia se entiende como un don, algo dado gratuitamente y sin mérito del receptor.
  • El tercero trata de retribuir (ut retribuat) de acuerdo con nuestras posibilidades y según las circunstancias. Retribución, es decir, “hacer gracias” como acto de devolver el beneficio recibido.

El agradecimiento en las diferentes formulaciones que recibe en las diversas lenguas refleja claramente esto que nos enseñaba Tomas de Aquino, cada idioma y cultura acentúa un aspecto particular:

  1. Reconocimiento del beneficio recibido: Este primer paso implica simplemente darnos cuenta de los favores o beneficios que recibimos. Curiosamente, algunas lenguas reflejan este acto de reconocimiento en su propia estructura. En inglés, por ejemplo, las palabras thank (agradecer) y think (pensar) tienen el mismo origen, lo que subraya la importancia de la reflexión consciente sobre lo que recibimos, o la forma appreciate como agradecimiento. De la misma manera, el agradecimiento en alemán, zu danken, es originariamente zu denken, pensar, y en francés, reconnaissance también es sinónimo de gratitud. El concepto sería, solo quien realmente piensa en el favor recibido puede ser verdaderamente agradecido.
  2. Alabanza y agradecimiento al benefactor: En este nivel, no solo reconocemos el favor, sino que también expresamos nuestra gratitud a quien nos lo otorgó. Por ejemplo, en árabe, la expresión shukran jazylan no solo agradece el beneficio, sino que alaba al benefactor. Y también sucede en la palabra latina gratia y en las lenguas romances, como grazie en italiano, gracias en español, gracies en catalán o merci en francés o catalán.
  3. Retribuir el favor recibido: El nivel más elevado de la gratitud es el deseo de devolver el favor. La formulación portuguesa obrigado/a (ob-ligatus) es especialmente singular porque se sitúa claramente en el tercer nivel, haciendo énfasis en el deber de retribuir, reflejando esta obligación moral de corresponder al beneficio recibido. En este nivel, no solo agradecemos con palabras, sino que buscamos acciones que demuestren nuestra gratitud, aunque a menudo sabemos que la deuda es imposible de pagar completamente. En la cultura japonesa, el agradecimiento va más allá de las palabras; arigató proviene primitivamente de significar: “la existencia es difícil”, “es difícil vivir” e implica la conciencia de la dificultad de retribuir completamente el favor recibido, lo que genera una sensación de humildad y conexión. Como apunte final para reunir en este nivel estas dos lenguas en sus palabras de agradecimiento, en Portugal escuché alguna vez que las gracias del japonés arigató vienen de obrigado, de cuando los portugueses anduvieron por allí, y es cierto que según como se pronuncian, suenan parecido.

Estos tres niveles de gratitud son esenciales para una vida plena y satisfactoria. Reconocer, alabar y retribuir nos permite mantener una relación más equilibrada con el mundo, con nuestras relaciones y con nosotros mismos. Al final, cultivar la gratitud no solo enriquece nuestra vida, sino que también transforma nuestra manera de relacionarnos con el entorno y con los demás, creando un ciclo de bienestar y conexión genuina.

Este poderoso sentimiento, profundamente arraigado en la naturaleza humana, que nos invita a mirar hacia adentro y reconocer la belleza de nuestra existencia, es una de las dimensiones en las que profundizamos en nuestro programa online Itinerario Interior.

Gracias por leernos.

    SomAmor – Alba Naudí y Salvador Gené

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